El día de mañana
Ignacio
Martínez de Pisón
Seix
Barral, Barcelona 2011
El título de esta novela se presenta como una
metonimia que alude al presente, se trata de invitar al lector
a leerla sin prescindir de la actualidad, y
concebir "el día de mañana" como el presente representado en
las mentes de quienes hicieron la Transición a manera de utopía, a partir
de fórmulas como "el porvenir" o "un futuro mejor para
nuestros hijos". La llamada "historia reciente de España"
llega al lector con toda su complejidad, sin las apropiaciones partidistas ni
los machacones reduccionismos mediáticos: "una Transición
ejemplar", "el espíritu de la Transición".
Otro de los
aciertos es llevar a cabo la empresa utilizando el recurso de la polifonía, con
el que se dan diversas versiones subjetivas de un mismo protagonista, cuya
ausencia lo acaba convirtiendo en lo que -imagino- deseaba el autor,
una especie de fantasma, un paradigma del olvido. Al no haber en la novela una
explicación de por qué se recaban dichos testimonios, el lector, quizá por los
hábitos que impone nuestra cultura ficcional, ejerce de juez de Justo Gil,
confidente de la Brigada Social, un soplón del régimen, pero no para juzgarlo
únicamente por sus crímenes -"colaboración con banda armada"- sino
por todo lo narrado, es decir, su vida entera. Consignaríamos en el sumario una
serie de hechos que hablan mucho a su favor, como la voluntad de un
inmigrante por salir adelante, o su ingenio como emprendedor y
pequeño empresario, o su amor callado y distante hacia una mujer a la que, si
bien hirió de por vida, al mismo tiempo protegió sin esperar nada a
cambio. Pero pasaron los años y el afán de superación cedió por una
ambición desmedida, llegaron los malos
tiempos, vino la quiebra, la consiguiente frustación,
y lo próximo fue sentir un urgente y autodestructivo deseo de venganza contra
una clase social primero -la llamada burguesía catalana- y contra una
abstracción, después, encarnada en una mayoría que en un breve
plazo de tiempo se mostró convencida de que la democracia era la única opción.
He tenido
oportunidad de leer y ver documentales sobre la Transición española y cada vez
me ha llamado la atención el escaso recuerdo que queda de la violencia y el
elevado clima de tensión que significó. Es preciso recordar en "este día
de mañana" que aquellos momentos entonces no fueron nada fáciles y que si
bien hubo unos actores que pasaron a la historia, hubo otros que se
marginaron y cuyos testimonios bien podrían ser los fabulados en esta obra.
Aquí cabe apuntar otro de sus aciertos: el del lenguaje. No sé si alguna vez lo
he escuchado de cerca, pero de este español plagado de giros y de la
llamada sabiduría popular tengo la impresión de tener un vago recuerdo.
Gracias a su resurrección, los lectores conseguimos ver lo narrado como si se
tratara de una película, porque su fuerza, su consitencia, lo terminan
anulando, suprimiendo, para
transfigurarlo en una sucesión de imágenes.
Todo lo que
se dice pero especialmente lo que se omite da lugar a una lectura participativa
y, por lo tanto, veloz,
emocionante. Algunos ejemplos: "En otros países no sé, pero en
España no existían los cursillos para técnicas comerciales". Estando en
los sesenta la frase "En otros países no sé" nos da una
idea más vívida de algo que conocíamos desde la frialdad del dato: el aislamiento
de la España franquista. Lo mismo se desprende de la siguiente cita:
"Entonces no sabíamos nada de Freud ni de psicoanalisis, y lo único que
Justo podía hacer era deshagorase contándoselo a los amigos". Cualquier
joven de hoy sabe, si ha visto la serie Mad
Men, donde la mujer del protagonista asiste rutinariamente a un
psiquiatra, que el psicoanalisis había entrado en la normalidad del mundo
moderno a mediados de siglo, aunque es verdad que con el
próposito machista de sosegar a las mujeres en su vida conyugal.
Estos son meros ejemplos que hablan de unos hábitos, de unas costumbres, de una
mentalidad que desde "este día de mañana" nos da una idea del
enorme atraso y anacronismo en el que el franquismo hundió a España; conseguir
revivir todo esto en un mundo novelesco sólo ha sido posible gracias
a un manejo trabajado del lenguaje.
Se me dirá
que se trata de la "típica novela realista", que entronca con la
tradición “decimonónica”, y que podría responder a un encargo editorial con el
fin de aprovechar la coyuntura en la que, gracias al movimiento de la Memoria
Histórica, ciertas obras consiguen el favor de los medios y la acogida del
público (cosa que se ha dicho y se dice a la ligera de Soldados de Salamina y Anatomía de un instante de Javier Cercas
o de Riña de gatos de Eduardo
Mendoza). Todo esto podría contar con algunos argumentos y haberme prevenido a
mí mismo de abrir este libro. El hecho es que cuando lo hice quedé atrapado, y
que no valieron ni la "antimodernidad" ni la sospecha del
"oportunismo comercial", sencillamente porque ambas ideas pueden
actuar como meros prejuicios cuando se trata de literatura de verdad. EEU
@CanalL
http://www.canal-l.com/
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