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Belinda Palacios
Negra ediciones
Madrid 2024
Por Ernesto Escobar Ulloa
A pesar de ser una ópera prima, Niñagordita de Belinda Palacios es una novela de primer orden. El estilo, aparentemente sencillo, reproduce los diálogos de los personajes dentro del cuerpo de la narración. La narradora a su vez se refiere a sí misma en segunda persona, representando eficazmente un desdoblamiento que nos va introduciendo en la complejidad de sus problemas psíquicos. Por el acierto en la oralidad, la fluidez y el español limeño recuerda a Jaime Bayly en obras como No se lo digas a nadie, lo cual es un elogio. La historia narra una etapa en la vida de Talía, Tali para sus amigos, que va de las épocas de la secundaria a la universidad, la etapa más oscura de su vida, aquella en la que toca fondo: el período de sus relaciones con dos hombres, Felipe, del cual está perdidamente enamorada y de quién se convierte prácticamente en una esclava sexual no consentida, y Tomás, su novio oficial, al que en un principio se acerca para olvidar al primero, y del que finalmente se vuelve otra esclava, en busca de su renuente aprobación. Los tormentos por los que pasa Talía dibujan un cuadro clínico que refleja las consecuencias que provoca en una adolescente el asfixiante ambiente machista y conservador de la clase privilegiada limeña. Familias bien acomodadas, con casas de playa, que viven en los mejores barrios, que envían a sus hijos a colegios religiosos privados o a estudiar al extranjero, y que practican un catolicismo tan férreo que, por paradójico que resulte (los extremos se tocan, dicen) tiene mucho en común con el islamismo más radical. No hace falta que la mujer lleve un burka, igualmente se la cosifica, no se la escucha, se le niegan sus deseos o se la castiga por ellos.
El título de por sí está tomado de composiciones de palabras muy comunes en el lenguaje oral, con los que se etiqueta y encubre al individuo, a la persona, ya sea para sexualizarla, marginarla, invisibilizarla, en este caso para categorizarla dentro de un grupo de mujeres “indeseables”. Su sex appeal ha sido borrado, negado, con lo cual su sexualidad solo tiene lugar en el margen, en lo clandestino, en lo ominoso. Tali es la “gorditabuenagente, la chanconademierda-perotequeremos”. Y sus amigas, Nicole “la que está buenaza”, “porquetieneunculazo” y Caro “lalocademierda que hace lo que quiere”. Tali conoce a Felipe en un programa de confirmación que brinda desayunos solidarios en asentamientos humanos. Se trata de un mero acercamiento al pueblo, no de confundirse con él, no hay la pretensión de relacionarse con él por otras vías fuera de la caridad. De hecho los personajes que conforman ese entorno apenas son mencionados, no tienen identidad. La tarea es parte del propio sacramento, un ritual. Cualquier pretensión de ir más allá mata el verdadero propósito, la brecha social ha de seguir reforzándose. Cuando llega el momento para Tali de liberarse de Felipe, utiliza a Tomás. Pero la tortilla se le voltea. Primero se va con cuidado de no hacerle daño, al ser incapaz de olvidar a Felipe, pero Tomás utiliza los reproches, los insultos y el desprecio para convencerla de que es un ser deleznable, en cuya naturaleza hay algo que falla, que no está bien, y que para estar a su altura, tiene que reconstruirse por completo, sin una mínima noción de por dónde ni cómo ha de hacerlo. Tali entra en un callejón sin salida y el mundo entero comienza enseñarle su verdadero rostro. “¿No eran todos un poco hipócritas?” se pregunta. Aunque tiene todos los privilegios de la clase dominante y el dinero pone a su alcance cualquier capricho está muy lejos de sentirse libre. Hay una moral establecida vigilante, que no descansa, que estigmatiza fácilmente y que en ese microcosmos puede sentenciarla de por vida. Tomás es la censura, la represión, el afilado cilicio del Opus Dei. Aunque afirma ser ateo, su estilo de vida y sus actos demuestran lo contrario. Su rigidez de autoridad censora es destructiva, inapelable, cuestiona su vocabulario, la ropa que se pone, la cela incluso por su pasado, y poco a poco irá poseyéndola hasta controlar todos sus movimientos, lo que piensa, lo que quiere, lo que necesita. Tali no solamente tiene que mentirle a él, tiene que mentirles a sus padres, a sus amigas, por temor a quedar de puta, de chica fácil, de chica que se regala porque con ese físico nadie la puede querer de verdad. Si tiene deseos es una “arrechaza”, “una perra”. Y en el polo opuesto están los hombres, que aunque se conducen bajo la misma rigidez conservadora, se pueden permitir cuanto desliz crean conveniente siempre y cuando quede en la clandestinidad, para después guardar el decoro de cara al público. Siempre hay una autoridad dispuesta a encubrir, borrar y hacer desaparecer las pruebas del oprobio. Eso es lo que distingue unos de otros, ricos de pobres, hombres de mujeres. En algún momento Talía recuerda: “todo lo que salía de boca de Felipe era ley”. Es una sociedad por la que no ha pasado ni la segunda mitad del siglo XX, cuyos vástagos ven la conveniencia de perpetuar el orden en el que crecieron sus progenitores, porque como hombres, seguirán siendo sus beneficiarios. No por gusto Felipe aspira a la política, como su padre.
Así como hay novelas que se acercan a la dura realidad de las clases bajas, hay otras que, acercándose a la de las clases altas, nos ofrecen además una explicación del por qué algunos países son como son o están como están. Las clases dirigentes peruanas crean una apariencia de vida decente y ejemplar mientras miran hacia afuera, admiran Europa y Occidente e intentan reproducir el estilo de vida de las sociedades del primer mundo ignorando que en este la igualdad no es una utopía. Es una clase dominate hija de la colonia española, de una nobleza criolla preocupada en mantener unas desigualdades para recluirse en sus clubes privados, en una isla que cada día se parece más al Versailles de 1789. Nunca se sintió parte del resto del país y por lo tanto nunca asumió el mando para tirar del carro y convertirlo en un país con igualdad de oportunidades, sino más bien en su cortijo, en un país de siervos, de mano de obra barata, de empleadas que limpien sus casas, e iglesias y curas que laven su conciencia cada domingo. Ese es el mundo que pinta esta excelente novela, y merece la pena acercarse a ese mundo para conocer al verdadero enemigo del progreso.
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