"Daba la sensación de que esa misma tarde la ciudad de México se sacudiría el polvo, se lamería las heridas, escupiría la sangre que escurría por su hocico de hiena, y pelaría los dientes ante dios acurrucando a sus hijastros entre sus patas.
Pondría sus colmillos entre sus crías bastardas y la ira del creador.
Doblé en la esquina de Correo Mayor y reinicié mi carrera de náufrago, de abandonado. Salvé rápidamente la cuadra que me faltaba y giré a la derecha sobre el callejón de La Soledad. En aquel momento un martillo atroz cayó sobre el tiempo y detuvo el reloj.
El mío.
El mío de dentro.
Ese que provoca las contracciones en los músculos del corazón..."
Fotografía Julio Sánchez.
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