Cuentos Reunidos
Julio Ramon Ribeyro
Alfaguara
Madrid, 2024
LLLLL
Da gusto ver que en los últimos años se esté revalorizando la obra de Julio Ramón Riberyro. En vida, fue un escritor de perfil bajo, uno de los silenciados por el Boom de la literatura latinoamericana —como otros tantos, la lista es larga: Puig, Reynaldo Arenas, Elena Garro, etc—. Eran razones de índole comercial, de mercado diríamos. Carmen Balcells, la superagente, como la llamaban en su entorno, le dijo a Alida, su mujer, que buscaba que lo fichara en su agencia: “Es un autor sin punch, no tiene pegada, no va a llegar a ningún lado”. Vargas Llosa comentaba que “era una persona desprovista de ambiciones, apetitos. Es el más desinteresado que conocí con respecto a lo que ocurría con su obra, con él mismo”. Ribeyro tampoco estaba en pos de escribir la novela total, polifónica, que retratara la hondura profunda de la vieja y la nueva Hispanoamérica. Ribeyro, aunque escribió tres novelas y algunas obras de teatro, un diario personal y los Dichos de Luder o las Prosas apátridas, entre el aforismo y la reflexión, fue
Recientemente se publicaron unos cuentos inéditos bajo el título de Invitación al viaje. Fueron encontrados en la residencia de su viuda en París, y se debieron escribir durante la década del setenta. Curiosamente con ellos, como cuenta el editor, Jorge Coaguila, se llega a la cifra de cien relatos publicados, cifra que le ilusionaba alcanzar al autor que en vida sólo llegó a ochenta y siete. Póstumamente han salido a la luz trece cuentos más.
Podríamos decir sin temor a equivocarnos que Ribeyro ha abandonado su condición de relegado del Boom a la de clásico de la narrativa breve en español. Esto lo reafirma un ensayo publicado recientemente bajo el título de Fila para la gloria, de Paul Baudry. El autor de La palabra del mudo habría pasado a ser un clásico a cabalidad, al estar plenamente canonizado en el ámbito escolar, en el canon de los lectores y en el canon de los escritores actuales.
“¿Por qué queremos tanto a Julio Ramon Ribeyro?” Se preguntaba su amigo y también cuentista Niño de Guzmán, atendiendo al recepción de su obra en el Perú. La respuesta la tiene Abelardo Sánchez León: “si Vallejo y Ribeyro caen bien, aunque no se los haya leído, es porque no tuvieron ni tienen en vida una imagen de triunfadores.” La contrapartida sería Mario Vargas Llosa, triunfador en toda regla. En ese sentido los cuentos de Ribeyro adquieren una coherencia que religa al autor, sus personajes y sus lectores.
“En sus historias —escribió Niño de Guzmán— se esforzó por recrear las peripecias de los inmigrantes de la sierra a la capital, así como la existencia gris y desesperanzada de individuos de clase media al derrumbe de sus sueños de prosperidad. De ahí su interés por otorgarles una voz a los mudos, es decir a aquellos seres marginales que habían sido excluidos del festín de la vida y condenados a la miseria y a la mediocridad”.
En Ribeyro se produce este encaje que se produce también en José María Arguedas: autores que reúnen la costa y la sierra, el campo y la ciudad, el capitalino y el inmigrante, el blanco y el cholo. Lo que hace que la compleja realidad peruana confluya en un mismo autor y esté a su vez le da salida a esa confluencia —a veces dramática, a veces trágica y a veces tragicómicamente— en su obra. Ribeyro lo explica así: “Soy un escritor de clase media. Explico mi situación de clase media como el punto de convergencia entre dos clases diferentes. Por el lado paterno, que era una familia de alta burguesía descendente, y por el lado materno, una familia provinciana emergente. Es decir, en el momento en que estas dos familias se cruzan con el matrimonio de mis padres aparece una zona intermedia, un punto equidistante entre estas dos clases”.
A su hermano, que fue una especie confidente, agente literario y relaciones públicas, le pedía anécdotas para sus cuentos. Según los sobrinos de Ribeyro, “El profesor suplente” o “Espumante en el sótano” se basan en experiencias reales de su padre.
Todo esto está detalladamente contado en el libro Un hombre flaco de Daniel Titinger, que recoge una serie de testimonios de las personas allegadas al autor, que trazan un perfil más cercano, sin el velo del misterio y el hermetismo que lo caracterizó en vida.
El presente volumen, bajo el título de Cuentos Reunidos, publicado recientemente por Alfaguara, reúne noventa y cinco de sus cuentos, ordenados cronológicamente, excepto el primero “Surf” . Incluye un prólogo de Juan Gabriel Vázquez y una introducción del propio autor en la que establece un decálogo de su poética del cuento. Se puede apreciar así al evolución del cuentista, que va de un realismo social o uno más intimista, centrado en la memoria miraflorina, pasando por una serie de temas que trata con maestría, el viaje, la aventura amorosa, la intriga política, la casa familiar, el fútbol, los salones aristocráticos, los muladares, los ministerios y las calles de los barrios populosos.
Solo he de añadir que Ribeyro es un escritor sabio, de prosa cuidada y elegante, y un poder de observación que ilumina aspectos de la psicología de sus personajes así como los de la vida en la ciudad, haciéndonos partícipes de ese otro lado de las cosas, desenmascarando las apariencias y esa ilusión que puede tejer aquello que llamamos realidad. Enseña a mirar la vida con otros ojos, desde otros ángulos. Sus relatos conforman una intervención en la vida cultural, político-social del país y representan una forma de entender la historia reciente y el presente de un pueblo, su idiosincrasia, sus miserias y sus grandezas. Destaco a bote pronto: “Los gallinazos sin plumas”, “La insignia”, “El banquete”, “Al pie del acantilado”, “Espumante en el sótano”, “Tristes querellas en la vieja quinta”, “Silvio en El Rosedal”, “El marqués y los gavilanes”, “Solo para fumadores”, “Alienación” , “Sobre los modos de ganar la guerra” y “Surf”, entre mis cuentos favoritos. Mañana diría otros y pasado otros más.
EEU