*****
El lectoespectador
Vicente Luis Mora
Seix-Barral, Barcelona 2012
El lectoespectador pone sobre la mesa temas de actualidad literaria
que muchos suplementos y revistas literarias, digitales o no, obvian, olvidan o
menosprecian; el autor, Vicente Luis Mora, ha hecho hincapié en otras ocasiones
que dicha actitud la comparten las cátedras de literatura de las universidades
españolas, ancladas en un sistema de enseñanza y un canon literario que
deberían actualizarse. Desde este posicionamiento se lee un libro cuyo
propósito es "una síntesis superadora entre dos líneas de
investigación", una "socioestética" y otra
"literaria". Lo social vendría a referirse a los cambios producidos
por la tecnología en nuestra concepción del mundo en su sentido geográfico
político, borrando las fronteras, aplanando las cordilleras y acortando los
océanos en verdaderos charcos para crear "Pángea", un mundo que
vuelve a ser lo que en una era geológica previa fue un solo continente, y lo
literario a transformar en lo individual, personal, subjetivo, nuestro modo de
percibir esa realidad de manera múltiple, inmediata, "líquida".
Considerando que estos cambios radicales han creado una nueva aproximación a la
forma de problematizar el mundo, de socializarse en él, de visualizar y sentir
la realidad, esto no se refleja de manera mayoritaria en un nuevo tipo de obra
literaria, como sí ha ocurrido, por ejemplo, en el arte. Diría que esto es lo
esencial del libro, su parte política, su posicionamiento, y el lógico debate
que esta postura puede suscitar entre aquellos que no la comparten o la
comparten a medias. Por mi parte he de decir que me parece un libro necesario,
altamente ilustrativo en muchos de los ejemplos que expone y didáctico en todo
aquello que pueda resultar ajeno al lector, suscita curiosidad sobre diversos
temas, y lo que es mejor, los propone como recomendaciones de lectura, lo que
en mi caso me ha hecho elaborar una larga lista de obras por leer. Varios
aspectos se presentan también con un entusiasmo contagiante, lo que se echa en
falta a veces en la crítica, más amiga de la señal profética que del optimismo.
En concreto, en lo concerniente a una nueva literatura que devendría del libro
electrónico, donde las posibilidades que se abren, tanto de escritura como de
lectura, se multiplican. No obstante, hay algunos entusiasmos que no comparto y
sobre los que me gustaría deterneme a manera simplemente de hacer frente al
aspecto que considero "dogmático" y que, a mi parecer, malogra,
estropea el libro.
Estas discrepancias puntuales incluso creo compartirlas con el propio autor, a
juzgar por las contradicciones que a continuación reproduciré. La primera se
halla en la página 23, donde se lee: "Pangea es el nuevo espacio
conformado por todas las realidades, viejas y nuevas; no podía
ser de otra forma". (La primera cursiva es suya, la segunda mía). Y en la
página 95, citando a Sukenick, leemos: "la forma de novela tradicional es
la metáfora de una sociedad que ya no existe" y prosigue: "En
realidad, la novela tardomoderna, por no decir, decimonónica,
que canoniza cada día no ya las listas de ventas sino, lo que es peor,
revistas, congresos y suplementos literarios, intenta hacer creer al
lector que vivimos, como mucho, en 1960". (Esta vez las cursivas son
mías). La frase "hacer creer al lector" me parece que se contradice
con "las listas de ventas", por lo visto no se trataría tanto de
"hacerle creer" como de un reflejo, un dato de lo que el mercado
consume, es decir, los lectores de hoy, en el mundo de hoy, es decir, la Pangea
actual, que, como afirma en la frase anterior, la conformarían "todas
las realidades, viejas y nuevas", incluidas la de 1960 y -¿por qué no?- la
de 2012.
De todos modos, la idea se halla mejor elaborada después, en la página 152:
"Vivimos, como decía Culler, en una sociedad donde la televisión, el cine
y las nuevas tecnologías dominan el saber común de los ciudadanos y cualquier cosmovisión
literaria que las ignore deliberadamente y represente el hoy mediante
escenas de falso costumbrismo pretelevisivo abunda en estructuras sociales
esclerotizadas e inexistentes, y apela a unos saberes antiguos que ya no
presiden nuestro imaginario." (Cursivas mías). Seguidamente, Mora se toma
la molestia de hacer una lista de los autores que "no esquivan el siglo XXI
cuando escriben", y dice que por ello "las formas de narrativa
pangeica son la alternativa a una especie agonizante de narrativa
convencional, en aras de una nueva expresividad: la textovisual, la que
conjuga texto e imagen en lo horizontal y una continuidad de artes, ciencias y
tecnología en su semántica vertical". (Otra vez cursivas mías). En este
punto estoy de acuerdo con el hecho de que "esquivar el siglo XXI"
sea una actitud preocupante y errada, pero Culler emplea dos palabras clave,
una, "deliberadamente", lo que daría lugar a que no siempre que estén
ausentes el cine, la televisión y las nuevas tecnologías se esté
"esquivando el siglo XXI" o que se lo excluya automáticamente de la cosmovisión
(segunda palabra clave) al tratar cualquier tema. Como dice un lugar común:
siempre se pertenece a la época en la que se escribe, aun si hablamos de novela
histórica. El propio Mora sostiene en la página 52: "Siempre he pensando
que la modernidad de una literatura (de una narrativa, de una forma de componer
poesía) radica en el modo en el que el escritor mira; la forma personal
y extemporánea en que observa su realidad con ojos nuevos". (La
primera cursiva es del autor, las siguientes, mías) Por ello, ¿qué tal si
"la forma personal y extemporánea en que observa su realidad"
producen una obra -novela, poesía, relato- donde la televisión, el cine y las
nuevas tecnologías sean absolutamente innecesarias, como si por ejemplo el
propio Mora se propusiera narrar una novela sobre su juventud, en ella no
podrían aparecer Google, ni los smart-phones ni los blogs, pero la escribiría
empleando Word en un ordenador y se serviría de Internet y los buscadores para
documentarse. ¿Haría de él esto un escritor "tardomoderno"? No puedo
evitar que este horrible término me suene a etiqueta malintencionada, supongo
que los "tardomodernos" de la lista más que halagados sentirán lo
mismo.
Por otro lado, ¿de qué daño a la literatura estaríamos hablando si aun
"esquivando el siglo XXI" dichos autores, como dice el propio Mora en
el pie de página, son ¡excelentes!?: "afortunadamente, en la narrativa
española actual última hay excelentes autores tardomodernos, que hacen
narrativa basada en modelos tradicionales (sean estos modernos o
postmodernos)". Y a continuación despliega una nueva y cansina lista de
nombres de lo que considera escritores tardomodernos. Son excelentes porque
escriben obras excelentes, imagino, es decir, se puede crear obras excelentes
prescindiendo de la televisión, el cine y las nuevas tecnologías, de la imagen,
de la pantpágina, y de todas las posibilidades narrativas actuales. No lo digo
yo, lo deduzco de lo que dice Mora. Por otro lado, ¿a qué especie
agonizante de narrativa convencional se refiere? Los nombres de la lista
están bastante lejos de dicha etiqueta. Belén Gopegui, Elvira Navarro, Andrés
Neuman no son escritores "agónicos" bajo ningún punto de vista, ni
literario, ni comercial, ni mucho menos biológico, son jóvenes, sus libros
"no esquivan el siglo XXI" y, en el caso de Neuman, la autoconciencia
de autor en la encrucijada de los debates literarios actuales incluso forma
parte intrínseca, ya no de alguno de sus libros, sino de su obra vista en
conjunto.
No obstante, entiendo lo que quiere decir y ejemplificar Mora, pero me parece
que en determinados pasajes El lectoespectador, en su afán por
desmarcarse de lo que rechaza, cae en los vicios apresurados de los que el
autor, en ocasiones, es víctima por parte de esa crítica tradicional, corta de
miras, que desecha por sistema todo aquello que pregone la necesidad de modernización.
Estos pasajes son aquellos que elaboran listas, que intentan crear grupos de
escritores, que intentan trazar límites entre los diferentes tipos de
literatura, oposiciones, dialécticas, para lo cual, es siempre necesario
generalizaciones, prejuicios, y un convencimiento que por el tono roza
peligrosamente lo dogmático. Esta es mi objeción al libro, no obstante supongo
que sin esa dosis de convencimiento, de sólidas certidumbres no se podrían
escribir ensayos tan exhaustivos y ambiciosos, con lo cual, el alcance de sus
logros serviría para medir también sus flaquezas. Sin embargo, insisto en que
me he detenido en mis discrepancias por haberse centrado otras reseñas en los
aspectos que comparto -que son la mayoría- y sobre los que no añadiré nada mejor
de lo que ya se ha dicho. No sólo me parece un ensayo legítimo y pertinente
sino imprescindible para todo aquel que quiera estar al corriente de la nueva
literatura, de la actual y de la que vendrá, de sus posibilidades, y de los
debates que en este período de cambio se están dando. Mora ha tomado ya
partido. Le toca al lector. EEU.
Entrevista a Vicente Luis Mora por Alba Cromm en Canal-L
Blog de Vicente Luis Mora, Diario de lecturas
Cubierta rechazada por los lectores en el concurso que la editorial lanzó en Facebook: