Taquicardia
Teresa Álvarez
Pregunta ediciones
Zaragoza, 2024
La vida nos puede cambiar de forma inesperada. Y no para bien. Nadie está a salvo. Un día estás de viaje, de reencuentro con amigos, disfrutando, y al otro te cuesta levantarte de la cama, el cuerpo te pesa, el gesto más común requiere un esfuerzo mastodóntico, te ahogas, se te nubla la vista, no llegas a cruzar un pasillo. Al principio parece que se trata de una simple bajada de tensión, de un buen “trancazo”, es lo que dicen los médicos. Descansas, te dan el alta, vuelves al trabajo y los síntomas persisten. Lo peor está por venir. Es el principio de una nueva etapa que te costará aceptar. El inicio de una nueva vida. El fin de otra, que dabas por sentado, continuaría. Así arranca la primera novela de Teresa Álvarez, la escritora zaragozana que hace unos años publicó Descolonizar la palabra (Icaria, 2017), un imprescindible ensayo sobre literatura subsahariana.
Taquicardia es una autoficción que trata de cómo la autora contrae el síndrome de taquicardia ortostática postural (POTS por sus siglas en inglés), de causas desconocidas, que afecta tanto a hombres como mujeres, pero en un 80% más a ellas que a ellos, y que fue descrito por primera vez en 1993.
La novela se cuenta en capítulos intercalados, los que narran la enfermedad, por un lado, que tienen más de auto que de ficción, y que llevan el peso del drama de la enfermedad en el entorno laboral, familiar y sentimental, de pareja, y en el enfrentamiento kafkiano con el INSS por una baja laboral permanente, y aquellos otros capítulos mas ficcionales que narran el pasado, que son un canto a la vida, que empiezan con un Erasmus en Toulouse, donde el arte y la literatura son el leitmotiv principal, aquello que moviliza a una juventud llena de inquietudes. Poco a poco se irán desplegando amoríos que darán lugar al encuentro con el verdadero amor. Una historia narrada con una fuerza arrolladora, sobre todo si consideramos que la autora parte en desventaja con respecto al resto de escritores, ya que su enfermedad le afecta también a la memoria y le requiere el doble de esfuerzo darle coherencia y firmeza a su relato, algo que consigue con creces. Parece escrita de un tirón y nada más lejos de la verdad.
Se presentó en octubre de 2024 y para finales de año ya ha arrasado en las librerías de Zaragoza. Una señal de que pronto seguirá creciendo por la península y ojalá que cruce fronteras y sea traducida. Debería, porque no solo es un informe con valor médico, necesario conocer fuera de estas fronteras, sino también por su valor literario a la hora de combinar la vitalidad de una experiencia llena de pasión y entrega con otra de dolor y penurias burocráticas, en la que el Estado, como la enfermedad, es un enemigo desconocido, impenetrable, incomprensible, inconmovible, irracional, contra el que hay luchar otra batalla:
“Tus derechos no existen. Tus síntomas no existen. Da igual lo que digan los informes médicos, nosotros tenemos el poder de determinar la verdad. Nuestra verdad. No es necesario encerrarte en una prisión y hacerte desaparecer, nadie va a creer tu historia. [ ] Tu destino es perecer. Extinguirte. Dejar de molestar. No conseguirás nada. No tienes armas. No tienes ejércitos, no tienes ministerios. No tienes el poder de legislar. Tú no puedes dictar la ley, nosotros sí que podemos. ¿Quién te crees que eres? Una persona contra un Estado no es nadie.”
En buena medida estamos ante una investigación sobre una enfermedad infrecuente y el impacto emocional y psicológico que produce. En este caso la literatura recoge, como si fuera un diario, los pasos que llevan a la paciente por diferentes pruebas médicas, y al mismo tiempo funciona como terapia, como un vertedero donde arrojar toda la frustración. En ocasiones recuerda a Pizarnik: “escribo para recordarme que todavía estoy aquí y que aunque nadie me vea todavía sigo existiendo. Escribo para recordarme que todavía hay algo de vida en mi interior. Escribo para poder vivir, para poder sobrevivir. Escribo para expulsar el vómito incontrolable, para liberar un torrente de palabras que desatan una sustancia muerta en mi interior, para despedir un material inerte que debe ser desterrado para siempre de mí misma, para alumbrar un objeto tridimensional que pueda por fin ser abandonado en algún sitio. Algo ajeno a mí que cargue con todos mis errores, con todas mis penas, con todo mi dolor. Unas páginas impresas en las que se pueda tocar la huella de un pequeño mosquito muerto con las yemas de los dedos. Patitas ensangrentadas estampadas para siempre en un margen superior derecho”.
Asimismo Taquicardia se pronuncia sobre la amenaza social de los virus, y por consiguiente, advierte sobre la necesidad de preservar los ecosistemas. En el campo social nos recuerda la importancia de sistemas de salud públicos capaces de atajar las consecuencias de futuras pandemias. El Covid 19 ha afectado a médicas y enfermeras que se pusieron en primera línea. En ese sentido la novela alza una voz de protesta feminista: “le aconsejo que vaya buscándose un buen abogado y le pregunto si cree que la situación sería la misma si el ochenta por ciento de los afectados por covid persistente fueran varones”.
Un tour de force que merece toda nuestra atención, que aúna compromiso literario con compromiso social y político, una narración que nos acerca al abismo de nuestra fragilidad y de nuestra fuerza.