Nietzsche
Maximilien Le Roy y Michel Onfray
Maximilien Le Roy y Michel Onfray
Sexto
Piso, Madrid 2011
Estaba leyendo Así
habló Zarathustra, que encontré a un
precio irresistible, cuando me topé con la promoción de este ejemplar;
inmediatamente solicité a la editorial reseñarlo, entusiasmado con la
vigencia de la filosofía nietzscheana y en especial con su lado poético, del
cual parece emanar gran parte de su rotundidad y alcance. Las alegóricas
parábolas de ese errante profeta incomprendido, que afronta con
entereza su incapacidad de salvar a todos para concentrarse
en solo unos pocos, nos hace preguntarnos si acaso en lugar de
los elegidos, no seremos más bien el rebaño.
Una obra maestra de una
vigencia tal que uno siente como vergüenza de que no hayamos superado para
nada los males que Nietszche vio venir, y que por el contrario, estemos tan
inmersos en todo aquello que nos distancia de la felicidad.
Esta novela ilustrada
se basa en la biografía del filósofo alemán escrita por Michel
Onfray. La adaptación de ese material por medio de ilustraciones, caracterizaciones, color, es
ingeniosa y sútil. La estructura es lineal aunque si bien la biografía comienza
con Nietzsche ya enfermo, ignorante del éxito de sus libros, de tal modo que la
narración se presenta como la mirada del propio Nietzsche hacia su pasado, pese
a la enfermedad y la locura no hay rastros de alucinación. Sin embargo el libro
está contado con acierto, por ejemplo el padecimiento en silencio de la
sifilis, algo que no está demostrado pero que si ocurrió, dado su estigma
social -Vargas Llosa la llama "la enfermedad impronunciable" en El
paraíso en la otra esquina-
debió ocurrir efectivamente a puerta cerrada. Otro aspecto interesante es
mostrar sus hallazgos filosóficos, que devendrán en libros, a través de diálogos,
de modo que ellos resumen las ideas centrales y cómo debido a la experiencia
vital anterior ha llegado a ellas; vida y obra, pues, inseparables. Por ejemplo, el momento de la explicación a Lou Andreas-Salomé del argumento de Así
habló Zarathustra en la Basílica de San
Pedro, bajo La piedad o el monumento al papa Pío VIII. Curiosamente el de Roma
es el único cielo azul en toda la obra. Lo único que, personalmente, no me acaba
de encajar es la representación del personaje de Zarathustra, que recuerda más
a un Peter Tosh postmoderno que a un profeta. Como decía, se narran los
momentos clave de su vida, la muerte de su padre, cuando él era un niño, su
llegada a la enseñanza universitaria con tan solo 24 años, el descubrimiento de
Schopenhauer, su distanciamiento de Wagner, las estrecheces económicas, los
problemas con su hermana, la marginación de la élite cultural, el amor por Lou
Andreas-Salomé, el fracaso y la superación amorosos, la enfermedad, y en medio
de todo, sus libros.
Una novela que propone
unos colores, unos decorados, unas imágenes, que bien podrían adornar algunas
tapas de sus libros, porque lo que parece darles vida es la propia filosofía niestezcheana,
colores tenues, pero fuertes, colores orgánicos, de ocasos, de atardeceres, de
grandes paisajes, de ciudades poco iluminadas, el aire de la época respira en
los dibujos, y ¿por qué no?, el pesar de nuestra decadencia, aquella que uno de
los grandes precursores del siglo XX llegó a vislumbrar, advertir, denunciar; a
esa obra llena de verdad, a nivel personal, íntimo, doméstico, más allá de lo
académico, no le hemos prestado la debida atención. https://twitter.com/#!/escobarulloa
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los comentarios han de hacerse a título personal y con dirección de email. No se permiten comentarios de anónimos.